Recuerdo muchas veces cuando de niño regresaba a casa del colegio y mi abuela estaba pendiente de la novela que se trasmitía por la radio, al mismo tiempo que platicaba con la vecina de enfrente y a su vez preparaba los alimentos, todavía le daba tiempo para hacerle cariños al perico y vigilar al perro que no se fuera a brincar la barda, sin minimizar tiempo para darme un abrazo de bienvenida y preguntarme como me había ido en el colegio.
Cuantas maneras tenía para realizar un sinnúmero de cosas a la vez. Yo apenas si tenía la habilidad de beber mi malteada de fresa y sobarle el lomo al perro.
Pero ella siempre aparecía en algún lugar o escondrijo de la casa para vigilar lo que hacía, lo que escribía o hasta como me rascaba. Con el paso de los años sigo apreciando la habilidad que las mujeres tienen para realizar tantas cosas a la vez, sin menospreciar su destreza para adivinar lo que uno tiene en la cabeza.
Recientemente nos dicen algunos estudios que la mujer tiene más habilidad para el manejo del automóvil que el hombre, razón que “NO” comparto ya que ¿cómo podría ser? que nosotros los intrépidos hombres del volante, amos absolutos de la carretera, fuéramos inferiores en esa habilidad.
Pero cuando manejo por el periférico y veo al lado a una señora conduciendo su automóvil, al tiempo que engulle un sándwich, se arregla la cara y las pestañas y va mirando al retrovisor, sin dejar de escucha las los chismes de la radio, no dejo de pensar, si ese estudio esta en lo cierto.
Reconozco también que los hombres tenemos nuestras habilidades propias que ellas no tienen y que son solo nuestras como; ahorcarle la mula al contrincante en un juego de domino, o saber por qué nuestra selección de fútbol esta cada día peor, o como entender la política absurda de nuestros diputados, son habilidades que las mujeres no tienen y que ahí si somos los reyes.
Pero me sigo preguntando si dios no se equivocó en la transición de una costilla y les dio otro cerebro de más?
Javier Fransoni |